En declaraciones enviadas a nuestra redacción de Tal Cual Chajarí, el abogado de la Familia Fabiani, Rubén Pagliotto, responde al Ministro de Seguridad y Justicia de Entre Ríos Dr. Néstor Roncaglia, quien había expresado que «por buscarlo a Fabiani, hemos descuidado la seguridad».
En este sentido se publica textualmente la contestación:
Observaciones a las declaraciones del Ministro Néstor Roncaglia:
1) Se expresó mal o falta a la verdad, cuando asegura que la Policía de Entre Ríos, lleva recorridos en la búsqueda de don Enrique Fabiani, “Miles de kilómetros cuadrados”. Al menos, lo dicho en términos cuantitativos por el funcionario, luce como exagerado y fantasioso.
2) lo han buscado muchos días, pero NO “todos los días”.
3) “Hemos descuidado la seguridad en otros barrios para buscar al señor Fabiani, que vino de Santa Fe con dos amigos y surge de la investigación que tenía unos antecedentes como que se perdía. Va a cazar en un campo que le prestaron y se pierde”, aparecen como expresiones muy poco felices, con ribetes contumeliosos y de reproche banal. De las palabras del Dr. Roncaglia puede inferirse que, culpa de don Enrique Fabiani, debido a su búsqueda, se ha descuidado la seguridad en otros lugares. Además, apela a un razonamiento vulgar y precariamente lógico, al endilgar -elípticamente- cierta responsabilidad en el hecho a una supuesta patología que sufriría Fabiani, destacando por nuestra parte que, sea cual fuera la causa de su “desaparición”, la eficiencia, expertise de la policía entrerriana y su propia estrategia como ex policia federal, quedan muy relativizadas, casi eclipsadas por la falta de resultados hasta el momento.
De todas formas y más allá de las variopintas especulaciones que se hagan, sea cual fuere la causa real por la que hace casi dos meses don Enrique Fabiani no da señales de vida, ninguna resulta excusa ni motivo suficientes como para deslindar responsabilidades, pretendiendo correr el foco de responsabilidades hacia los familiares de la persona desaparecida, dando la sensación de que haberle permitido que don Enrique cumpliera su deseo de venir a cazar, sea el hecho desencadenante de este desgraciado suceso.
Por lo demás, cada vez que puede, aparece el Dr. Roncaglia, expiando culpas de la policía, haciendo “otro crítica” en lugar, como debiera, de una autocrítica de la fuerza policial que conduce y que está claro que todavía no conoce bien.
Nadie, Sr. Ministro, imputa hechos concretos a nadie, pero en estas cuestiones y ámbitos, siempre surgen -necesaria y naturalmente- dudas y claroscuros que disparan hipótesis investigativas. Y ninguna puede descartarse a priori, aunque algunas pongan en duda la transparencia de la fuera policial de nuestra provincia. Además, a esta altura de los acontecimientos, Roncaglia no puede ni debe ignorar los muchos casos en los que la policía que pretende inmaculada, termina con funcionarios condenados por delitos gravisimos, que se resignifican por la calidad de sus autores.
4) Yerra nuevamente el Dr. Roncaglia cuando expresa: “La sospecha de la familia es por la relación de la Policía Rural con los dueños de los campos, pero por la simple razón de que son los damnificados por posibles hechos delictivos y está en contra de cazadores furtivos”.
En primerísimo lugar, Fabiani no era en la ocasión y nunca lo fue tampoco, un cazador furtivo o clandestino. Y si apereció en el campo del Sr. Julio Lodi, lo fue por casualidad o porque se extravió, accidentalmente. Recordemos que don Enrique había llegado desde su pueblo Santa Clara de Buena Vista a un campo de Entre Ríos a cazar, debidamente autorizado y con su arma registrada como legítimo usuario. Pero es preocupante, debemos decirlo, ese cierto halo de ingenuidad con el que razona el Sr. Ministro de Seguridad, pensando que los funcionarios de abigeato son una suerte de impolutos y ejemplares funcionarios, cuando es vox pópuli el maltrato que muchas veces, algunos de ellos, no todos, le dispensan a quienes andan cazando en forma regular y autorizados, llegando inclusive a sustraerles ilegal e ilegítimamente las piezas cazadas y hasta las armas, como le habría sucedido vez pasada a un matrimonio de ancianos que habían matado un pollo y juntado huevos de su gallinero para obsequiar a un medico que los atendía gratuitamente. En el trayecto del campo a la ciudad, no sólo fueron maltratados por los policías rurales, sino que también le arrebataron el ave y los huevos de gallina, aduciendo – falazmente- que lo entregarían a una escuela.
Señor Ministro, usted mejor que nadie, dada su aquilatada y meritoria experiencia, sabe perfectamente, que en todos lados se cuecen habas. Así como existen buenos y malos abogados, jueces, fiscales, periodistas, ocurre lo mismo dentro de las fuerzas de seguridad, conformada por seres humanos imperfectos y falibles, con debilidades y defectos. No son todos y todas carmelitas descalzas en estos ámbitos. Y es por ello que conlleva un grueso inexcusable error, partir, a priori, de la base que los funcionarios policiales, por ser tales, son garantía absoluta de una correcta y adecuada actuación. Eso se llama, prejuicio positivo o sofisma de deseo o voluntad, por tanto, debe prescindirse siempre de presumir la inexistencia de fallas o vicios por revestir determinada condición. Desde ya que no pretendemos, ni mucho menos, poner cátedra de investigación criminal, ante tan versado abogado y policía, empero nos vemos compelidos, desde la ética de las convicciones, pero también de la responsabilidad, sin enmendar la plana, a marcar nuestras diferencias y poner acento en nuestras observaciones, siempre dentro de un saludable y necesario clima de respeto institucional y republicano.
Sino, explíquenos Sr. Ministro, si no le hace ruido o le despierta algún grado de perplejidad, que un vidente, llevado en dos oportunidades por efectivos de la policía que usted conduce politicamente, haya “encontrado” un cartucho, sólo uno, disparado a según la pericia- por el arma de don Enrique Fabiani, con el condimento , no menor ni pueril, de no quedar claro si lo encontró en la primera o en la segunda recorrida, realizada en distintos días, o si el guía metafísico con poderes extrasensoriales se ofreció a la policia o si la policia lo convocó para tal faena, siendo que el sanador Hugo Almará le habría manifestado a una testigo que declaró ante el fiscal, que el vidente estaba visiblemente molesto con la policía, porque no lo llevaban al lugar que él percibía en sus visiones se encontraba Enrique Fabiani y, sin embargo, sí se encuentra un cartucho disparado, en lugar de la persona buscada. Menos claro aparece este hallazgo, cuando el propio oficial de policía que acompañaba a Almará, relata que éste se le adelantó, sin autorización alguna, como 50 metros, aproximadamente, y fue allí cuando divisó en un rastrojo de cereal, el cartucho color amariilo, calibre 20, dándole aviso a los policías a través de un grito a la distancia.
La familia Fabiani como sus abogados, tenemos el humano y lógico derecho a sospechar de los
Funcionarios de abigeato que actuaron esa noche (los 4 que integraron la patrulla que concurrió al campo de Julio Lodi más un quinto que se quedó de guardia) en tanto uno de ellos contó al hijo de Fabiani, su nuera y una amiga de la familia de profesión escribana, algo que después depuso en forma antagónica ante el Fiscal Mauro
Quirolo u otras que calló.
No le llamaría la atención, distinguido Ministro de Seguridad y Justicia, que un libro de guardia como el de la Brigada Interdepartamental de abigeato de Bovril, carezca de ciertos datos esenciales y obligatorios, sumado a un agregado posterior, que se advierte fácilmente, luego de un punto guión, sin necesidad de ser un perito calígrafo.
5) Refirió usted a los medios que: “La familia tiene derecho de pedir la intervención de la Gendarmería, pero los fiscales lo evaluarán. Yo tuve una conversación y ellos consideran que no es viable, porque la Policía hizo todo bien”, dicho lo cual cabe entonces
preguntarle: por qué está tan seguro que las cosas se hicieron bien? No parece que fuera así, porque si después de casi dos meses, seguimos en la línea de largada, salvo el opaco y cada vez más dudoso hecho del “hallazgo” del cartucho (bien podría ser el equivalente al botín de Loan Peña, que fue plantado para desviar la investigación), es porque han habido fallas investigativas y algunas búsquedas, no han sido todo lo intensas, profundas y severas que se esperaba y que el trágico suceso ameritaba y amerita.
Acaso no tenemos derecho a dudar también de algunos integrantes de la fuerza bajo la órbita de su ministerio, cuando días pasados tomó estado público el caso de los POLILADRON de Gualeguay, o sin ir más lejos, que hayan pasado tantos años y seis integrantes de la familia Gil (padre, madre y sus cuatro hijos) sigan desaparecidos, como Elías Gorosito (con varios efectivos policiales condenados) o el caso de Basualdo y Gómez, sin ninguna mísera novedad sobre ellos o el caso de los dos (2) adolescentes de Rosario del Tala, que fueron privados ilegalmente de la libertad y salvajemente torturados por oficiales y suboficiales de la policia entrerriana, o el hecho de jamás haber hallado el cuerpo de Fernanda Aguirre, en medio de una patética y escandalosa interna policial o el suceso que tuvo como víctima a Miguel Angel Cejas, el ciudadano que fue privado ilegalmente de la libertad, torturado y por ello haber perdido un testículo, habiendo sido condenados un oficial de la policía de Entre Ríos y un ex agente de los servicios de inteligencia.
Sucede, colega Ministro, que en la mayoría de esos casos me tocó actuar como letrado y podría traer a colación varios casos más de desapariciones en democracia que sucedieron en esta provincia.
Me tocó jugar el rol de acusador privado (querellante) de genocidas de la última dictadura militar en los juicios llevados adelante en tribunales federales, y aprendí algo que me quedó grabado y que es una constante que recordé días pasados a guisa de una amable y jugosa charla con el Dr. Juan Nóbile, integrante del prestigioso y mundialmente reconocido Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) que: cuando un cuerpo humano desaparece sobre la faz de la tierra sin dejar un solo rastro de existencia, sólo puede atribuirse el intencional acto desaparecedor a quienes reúnen tres condiciones sin las cuales, ese tipo de crímen es imposible concretar: poder que asegura impunidad, logística operativa y saber hacer (oficio). Porque si don Enrique hubiera fallecido de muerte natural o accidental pero asumido el error por sus autores, algún vestigio o pertenencia de él ya se hubiera hallado. Y más aún si como dice Roncaglia, tantos “miles de kilómetros cuadrados” se han rastrillado y peinado en la actividad de búsqueda. Porque si su deceso se hubiera producido naturalmente, los animales y alimañas del monte, se sabe, no degluten botas, borceguíes, cinturones o el arma, cuya estructura es de madera y metal. Algo de eso ya se hubiese hallado luego de tantas búsquedas, con drones, canes, buzos tácticos, helicópteros, entre otros.
El error, debe saberlo Sr. Ministro, también estuvo cuando no pudieron coordinar de la mejor manera el personal policial, con brigadas de Bomberos y Rescatistas voluntarios, incluidos los integrantes de la Dirección de Protección de Personas del Gobierno de Santa Fe, tan gentilmente facilitado por el gobernador Maximiliano Pullaro. Inclusive esto que decimos, está expresado en un informe del Comandante de Bomberos.
En fin, Sr. Ministro, muchas más cosas podríamos decir. Pero nada más lejos de nuestro espíritu y objetivos, está polemizar con usted ni con nadie. Pero tampoco podemos ni debemos permanecer atónitos ante algunas actitudes, errores o expresiones de los distintos actores públicos, policías, funcionarios gubernamentales o judiciales. Entendemos, créanos por favor, que usted tiene todo el derecho a defender a la fuerza policial de la que se siente parte por formación y vocación, más allá de su rol y obligaciones como Ministro del área, pero quizás usted estaba muy lejos de esta provincia cuando sucedieron los luctuosos hechos que le recordamos para fundamentar nuestras dudas y sospechas, sobre todo porque la ocurrencia de todos ellos, salvo los genocidios de la dictadura, fueron cometidos en democracia y plena vigencia del estado de derecho.
Créanos Sr. Ministro, que no se trata de honores, sino de honor.
Don Enrique Fabiani, por si no se sabe, antes de ser empleado bancario, fue policía. Y un hermano suyo, fue oficial de policía de alta graduación, por lo cual, como verá, no tenemos animadversión alguna con la fuerza policial ni nos movemos en base a prejuicios o preconceptos. Se trata sólo de dudas, lógicas, humanas y razonables, de quienes llevan casi dos meses buscando a un padre y esposo, sin ninguna pista concreta y esperanzadora.
Advierta Sr. Ministro la carga enorme de perversidad que encierra una DESAPARICION DE PERSONAS, pues se trata de la nada misma existencial, toda vez que a diferencia de un muerto con certificado de defunción, a un desaparecido no se lo puede velar, llorar y duelar. Cuando alguien oficialmente muere, se atraviesa un proceso afectivo y se trata de cerrar en paz una historia, poniéndole punto final. Pero cuando se trata de un DESAPARECIDO, nada de ese proceso se puede siquiera intentar.
Sumemos a este angustioso y desgarrador drama y sus deletéreas consecuencias, la vergonzosa y vergonzante actitud del Procurador General Jorge Amilcar L. García, quien jamás se dignó a respondernos los sucesivos, insistentes y urgentes pedidos que le efectuamos en su condición de jefe de los fiscales entrerrianos, de que afecte al Fiscal Mauro Quirolo a atender e investigar con exclusividad este caso, por un tiempo al menos, dispensándolo de continuar con el trámite de decenas de otras causas.
Su falta de empatía con el dolor ajeno, sensibilidad y decoro funcional, suman un ingrediente más a este doloroso y trágico suceso.
Esperamos que todos los actores de juego obligatorio en esta causa, sean del gobierno provincial o nacional, policias, fiscales o jueces, estén a la altura de las corcunstancias y entiendan de verdad y genuinamente, de qué se trata una Desaparición de personas.