Las balas que atraviesan la vidriera de un supermercado en Rosario, se pagan con el negocio de la droga que llega y se va en los puertos privados que controlan los grupos económicos en nuestro Río Paraná. Se pagan con la guita lavada en una financiera, que se mueve en una sociedad anónima y termina en un Banco. El narcotráfico que nadie quiere ver.
Calor y humedad entreveradas bajo el agobiante e interminable humo de pastizales que acompaña la vida en la Ciudad. Un hombre envuelto en capucha, con guantes en la mano y barbijo colocado, desciende de una moto Titán y abre fuego contra el Supermercado Único, en Rosario, Provincia de Santa Fe, propiedad de la familia de Antonella Rocuzzo, esposa del campeón del mundo, Lionel Messi.
En medio del caos, un cartel bien escrito y de mejorada gramática de los que caracterizan estos episodios, le decía a Messi que lo estaban esperando.
El episodio, a la hora en que esta edición salga a la luz, lo conocen todos. En un año electoral, una balacera con notable repercusión mediática por tratarse de Messi la persona amenazada, movilizó la inmoralidad de una dirigencia política ansiosa del espectáculo bizarro y la opinión ignorante sobre los padecimientos cotidianos de un pueblo que asiste impávido a la carencia brutal de respuestas políticas a los conflictos que le complican la vida.
Desde Berni con su estupidez histriónica, aprovechando la repercusión mundial del negocio que Bukele está haciendo con la tortura de los integrantes de las maras que no negociaron con su entorno en El Salvador, pasando por la vergüenza que destila en su existencia la diputada provincial Amalia Granata desfilando en chaleco antibalas con el empleado de A24, ex pelado de otro canal. La política ofrece vulgaridad. Y mucho cinismo.
Patricia Bullrich, y cuanto funcionario de Cambiemos que sólo tiene palabra autorizada por el fracaso estrepitoso de éste gobierno, opinando sobre el combate al narcotráfico, con la impunidad de quien gobernó durante cuatro años y tejió vinculaciones económicas con una y cada una de las bandas que aseguran la “bajada local” del enorme negocio que ofrecen los puertos privados y las corporaciones cerealeras al negocio cotidiano del narco en el país.
Es probable que con ésta edición a la luz, los medios hegemónicos sigan vulgarizando el serio padecer de la mayoría trabajadora que vive, disfruta y, también sufre, a la Rosario asaltada por el negocio del narcotráfico.
Es probable que sigan apareciendo expertos, funcionarios actuales, ex funcionarios y funcionarios de otros lugares, debatiendo sobre lo que algún día harían, sin saber nuestra gente, porque no lo hacen cuando tienen la autoridad institucional para hacerlo.
Lo que es seguro, es que poca gente va a estar enterada de quién es Gustavo Shanahan. Y en que nadie esté hablando de Shanahan, es la prueba más descomunal de las razones por las que aún estamos lejísimos de poder resolver el problema del narcotráfico en Rosario.
Gustavo Shanahan fue director de la Terminal Puerto de Rosario entre los años 2010 y 2013, mientras era operada por el Grupo Vicentín. Empresario versátil, se destacó como desarrollador inmobiliario, hábil para las finanzas y, además, narcotraficante.
Actualmente se encuentra detenido, obviamente en prisión domiciliaria, beneficio al que ningún soldado narco pobre accede.
Shanahan fue detenido en octubre de 2021 en el operativo “Cueva Blanca”, en su oficina había 38 millones de pesos. El rastro del dinero había comenzado en el barrio “Villa Banana” y terminó en su oficina vidriada. No sólo lavaba plata, además, le había tomado el gusto a participar activamente en la organización.
El fiscal federal Federico Reynares Solari, quien instrumentara la causa, señaló hace unos días que “no está acusado de lavar dinero, sino directamente de participar como integrante de una organización dedicada al narcotráfico. Creemos tener acreditada su participación, con pruebas que muestran por ejemplo lo que pasó entre agosto y octubre de 2019. En medio de la fuerte devaluación que se había producido en el país, pudimos recolectar comunicaciones que constan en la causa en la que los narcos se mostraban preocupados por no quedar ‘descalzados’. Recordemos que la cocaína en definitiva es un commoditie, que se paga en dólares y que las bandas necesitan de alguien que se los venda”.
En junio de 2022, desde la Teminal Puerto de Rosario, aún a cargo de Vicentín, salieron 568 kilos de cocaína hacia el puerto de Santos, Brasil. Días después, del mismo puerto, salieron 866 kilos con destino a Rotterdam, Holanda, destino final del primer barco. Shanahan estaba detenido ya, pero el negocio se mantenía intacto.
Rosario arde porque en el Río Paraná hay 34 puertos privados que nadie controla, por el que se subfacturan granos, se fraguan importaciones, se cargan armas, drogas. Se envainan grandes cargamentos con destino a Europa. Todo eso sucede desde hace 44 años y el negocio del narcotráfico es una de las tantas actividades económicas en las que se diversifican los grandes grupos económicos que controlan el comercio exterior de granos en la Argentina.
La temida banda de “Los Monos” logró lavar 1.200 millones de pesos a través de 40 SAS (Sociedades Anónimas Simplificadas), engendro inventado por el macrismo para eludir controles y alimentar maniobras de fuga de capitales, especulación financiera y lavado de activos.
Los negocios financieros vinculados al narcotráfico movilizan cuevas, mesas de dinero y terminan ingresando al sistema financiero de los Bancos que hacen la vista gorda sobre movimientos de dinero que ninguna empresa que produzca seriamente en la Argentina podría mover en un Banco sin llamar la atención del más incauto de sus empleados.
16.174 kilogramos de cocaína transitaron por la mal llamada Hidrovía hasta llegar al Puerto de Buenos Aires el 28 de diciembre de 2020. La droga fue secuestrada en Hamburgo, Alemania y significó el secuestro récord en Europa, por un valor de mil millones de euros.
La cocaína estaba oculta, “envainada”, en latas de pinturas de la empresa TUPA S.A. con sede en Asunción, Paraguay, propiedad de Diego Isaac Benítez Cañete, quien fuera un encumbrado dirigente del Club Olimpia de Paraguay, en tiempos de Marco Trovato, quien luego cayera en desgracia. El hecho sucedió unos meses después en que Mauricio Macri, sorpresivamente, viajara en plena restricción de la pandemia, a Paraguay a visitar a Horacio Cartes, su amigo personal, ex presidente y ex dirigente deportivo, acusado de lavado de activos, contrabando y narcotráfico en más de una oportunidad.
Y aún así, se agolpan los dirigentes de Cambiemos para dar opiniones sobre qué cuerno hacer con la destrucción brutal del tejido social en Rosario y el insoportable clima de violencia que lo atraviesa. Y hablan porque no hay quien levante la voz para señalar que la única forma de resolver el conflicto del narcotráfico en Rosario es terminando con las cotidianas actividades clandestinas de los puertos privados y romper el circuito financiero de bandas que necesitan de las finanzas para operativizar la red de silencio, el ejército de pibes humildes y la circulación de guita que precisa la policía y algunos funcionarios que se llevan una parte del negocio a cambio de zonas liberadas e impunidad.
Sucede que la única forma de poner en caja la dinámica de violencia cotidiana de Rosario es cortar el circuito ilegal de las terminales portuarias, y eso se logra imponiendo nuestra soberanía sobre el comercio exterior.
Pero la política está en otra frecuencia. De cualquier lado de la grieta en que uno inspeccione, la payasada, el dislate y el desapego con la realidad, están a la orden del día. Mientras tanto, en ésta democracia desnaturalizada, subordinada a la rentabilidad (legal e ilegal) de los grupos económicos, nuestro Pueblo y su agenda de necesidades urgentes, quedan postergadas a las necesidades de propaganda de una clase política sin brújula.
A esta sinrazón, se le avecina una crisis. Y también una oportunidad, de que venga un criollo a mandar y construir la Patria que sigue soñando ese pueblo humilde, de reclamos sencillos, que no puede ordenar dignamente su vida.