Se cumple un mes de la asunción presidencial de Javier Milei. No alcanza para hacer balance sobre la gestión pero es tiempo suficiente para dejar en claro los propósitos del gobierno de la LLA, llamar la atención sobre lo que se pretende y advertir sobre algunas consecuencias.
Ni siquiera los más fanáticos y fervientes adherentes del macrimileismo tienen certeza sobre el futuro. La incertidumbre gobierna la vida de ciudadanos y ciudadanas acosados por un costo de vida que no tiene contención, el desguace en nombre de la libertad de la legislación trabajosamente construida para preservar derechos sociales y el deterioro cotidiano de las condiciones de vida por la caída el empleo, el empobrecimiento masivo y la inflación descontrolada. Desde el gobierno dirán que es fruto de “la herencia” recibida. Cualquier observador advierte el nivel de improvisación del gobierno, las marchas y contramarchas, los gruesos errores y hasta las “renuncias” o “sustituciones” de funcionarios que, habiendo sido anunciados en sus cargos, se fueron antes de asumir. Habría, sin duda, otros factores para analizar sobre este punto.
La falta de certeza sobre el futuro es uno de los factores más desequilibrantes de la vida de las personas. Un sueño y un proyecto de futuro es lo que permite organizar las acciones del presente, darle coherencia y marcar nuestro día a día. La incertidumbre es fuente de desconcierto para personas, familias, comunidades, organizaciones y empresas.
Esta es la principal causa de la angustia que hoy acosa a buena parte de la población argentina. Los únicos que tienen “certezas” son los empresarios y los estudios de abogados que le dieron letra al “asesor” Federico Sturzenegger para la redacción del DNU y la “ley ómnibus” en las que Milei estampó su firma. Son y serán los únicos beneficiados de las propuestas del oficialismo.
Desde la asunción de Milei el gobierno en pleno viene demostrando absoluta incapacidad de escuchar cualquier tipo de demanda ciudadana que se oponga a su dogmatismo ideológico libertario. Sería casi un justificativo benevolente (aunque haya parte de verdad) decir que ello se debe a falta de “muñeca política” o impericia en la gestión.
Mientras el presidente postea “no la ven” sus voceros niegan toda posibilidad de modificar ni un ápice las incalificables propuestas de “la revolución libertaria anarco capitalista”. “Nos cuesta comprender (que se opongan a la modificación de) algunas cuestiones que van en contra de la libertad de los trabajadores”, afirmó el vocero Manuel Adorni al anunciar que el gobierno apelará la decisión judicial de habilitar el amparo contra la reforma laboral. En tono amenazante el ministro del Interior, Guillermo Francos, le envió un mensaje a los diputados y senadores que plantearon sus dudas y críticas a la “ley ómnibus” y les dijo que “se para todo, si nos ponemos a discutir una ley que nos lleve todo el año” porque “no entra un peso más a la Argentina, no invierte nadie, y tenemos necesidad de inversiones”. Mientras festeja como un “éxito” una inflación del 30% mensual Milei sostiene que los diputados que se oponen a sus propuestas son “estúpidos” y “coimeros”.
No hay escucha pero tampoco espacio para la disidencia. Para el macrimileismo todo debe hacerse rápido y de la forma que el gobierno quiere porque ese es “el único camino”.
A pesar del sesgo informativo trascienden los pedidos de amparo judiciales presentados por los directamente afectados por las iniciativas oficiales. Los atropellos jurídicos y reglamentarios que libertarios y cambiemitas urden en el Congreso (la representación legislativa surgida de las urnas) son presentados en los medios como hábiles maniobras políticas en contra de los intentos siempre “corruptos” del “kirchnerismo” para defender “privilegios de la casta”. Mientras tanto la protesta popular sigue con ruidazos y cacerolazos en muchas ciudades del país. En Jujuy continúa de modo sin fin la resistencia de las comunidades indígenas contra la ilegal reforma constitucional de Gerardo Morales.
De todo esto último… casi nadie se entera. Hay silencio mediático y manipulación informativa.
La oposición sigue sin terminar de acusar el golpe generado por la derrota electoral. Hay descoordinación y se carece de un liderazgo que aglutine. Sin embargo, comienza a emerger una estrategia que parece orientada a dar autonomía para que cada nucleamiento, grupo de interés, rama de actividad o agrupamiento sectorial, avance en un debate para dar batalla en el propio frente: gremios, movimientos populares, educación, ramas de la producción, etc. Todo indica que no habrá (al menos por el momento) una acción colectiva. Que no es lo mismo que decir que no existe intercambio de información, cooperación y hasta niveles básicos de coordinación y acompañamiento en lo que se necesite.
Pero no hay una estrategia común. En parte porque no existe convencimiento de que esa sea la mejor alternativa en este momento, pero también porque las diferencias y las desconfianzas persisten y, porque como ya se ha dicho, no hay tampoco una referencia (persona o espacio colectivo) en condiciones de conducir.
No obstante esta realidad tampoco le sirve al gobierno que se ve impelido a destinar funcionarios y cuadros políticos de los que carece para atender demandas que se multiplican y para las que tampoco tiene respuestas satisfactorias entre otros motivos por falta de capacidad política y de apertura para la negociación y el diálogo.
Todo lo anterior genera un cóctel político y social sumamente explosivo y riesgoso para la vida en comunidad. Por la intransigencia y la sordera oficial y por la desesperación y la impotencia de quienes sienten avasallados sus derechos mientras pierden calidad de vida.
El macrimileismo intenta inocular en la ciudadanía la idea del “sufrimiento” que, como castigo autoinfrigido, la sociedad debería asumir como costo inevitable para salir del trance. Para hacerlo más patente avanzan en profundizar los factores de la crisis, no importa si eso lleva al borde del estallido. Juegan con fuego.
Entre quienes padecen las consecuencias de la situación y afrontan la sensación de impotencia para ponerle freno al deterioro de la calidad de vida, todo puede conducir –más rápido de lo imaginado- a la pérdida de la calma y a reacciones perjudiciales para todos. Habrá que tener mucha atención a este tema para encontrar los mejores caminos, canalizar los reclamos y buscar alternativas. Todo ello esperando que desde el poder haya también disposición para encontrarlas.
Mientras tanto, desde el campo popular, será necesario multiplicar los espacios de solidaridad, la cercanía con el vecino, con la vecina, con el compañero y la compañera. Para sumarse a las luchas y los reclamos cuando estos existan, pero también para resolver las pequeñas cosas cotidianas, para advertir y compartir cuando al otro o la otra le falta lo elemental y haya que salir en su auxilio. Entendiendo que además de carencias materiales, las hay también de salud, afectivas y emocionales en tanto componentes esenciales de la calidad de vida.
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