Ya estamos en el baile humano de 2024. Pocas veces en Argentina, excepto en tiempos de dictadura, hubo tantas amenazas apiladas. Años de luchas, campañas, trabajo parlamentario y debates públicos produjeron la Ley de Tierras, la Ley de Bosques Nativos, la Ley de Glaciares, la Ley de Semillas que excluye su patentamiento, el Código Penal, el Código Civil, y la lista sigue. Hoy este ADN administrativo y legal sufre los embates del DNU 70/2023 y del megaproyecto de Ley Ómnibus de la gestión Milei. Su aberrante colectividad de derogaciones de normas y cambios de redacción, tanto los aprobados por el DNU, como los propuestos en el megaproyecto de ley, recrean una pesadilla dictatorial pero en plena democracia. Pero no se trata de un mal sueño. Es la cruda y dramática realidad.
El DNU y el megaproyecto de ley pisotean lo bueno que había en la mayoría de las normas vigentes e instituciones en marcha, pese a que eran perfectibles, y pese también a las malas gestiones presidenciales previas. Dependemos ahora de legisladores que en su mayoría no participaron de la elaboración de esas leyes, y que nunca podrán equiparar la experiencia y trabajo duro de parlamentos, instituciones, participación ciudadana e historiales de lucha de los últimos 40 años.
En el colmo de la irresponsabilidad, y de un sospechoso acompañamiento, muchos de esos legisladores -de distintos partidos políticos- anunciaron que «revisarían» los artículos de esa ley, y hasta el DNU (en vigencia desde el 29 de diciembre, y que el mega proyecto de ley, disimulado en uno de sus artículos finales, valida).
Es una burla parlamentaria inédita y peligrosa creer que diputados y senadores, en 30 días de sesiones extraordinarias, podrán «mejorar» lo que produjeron, con todos sus errores y aciertos, 40 años de democracia parlamentaria y participativa.
Argentina no es un conejillo de Indias para que un presidente sin suficiente formación para serlo, y sus ministros, experimenten con la gente, las instituciones, el ambiente, la salud, la educación, los alquileres y cientos de otros temas vitales. Es inadmisible que la la torpeza sectaria de quienes redactaron esas dos herramientas incluyan, además, cesión de más poderes a la presidencia.
En un país serio tanto el DNU 70/2023 como la totalidad del megaproyecto de Ley serían rechazados enteramente por inconstitucionales, y por representar un intento pseudodemocrático de totalitarismo.
Ningún enojo de mayorías, y ningún porcentaje de votos en elecciones generales, otorga derechos para que se destroce el ADN administrativo y legal de un país.
Resulta ofensivo cómo el DNU en vigencia, y la mega ley en tratamiento, entregan poder a minorías corporativas y económicas; cómo abren el país a la extranjerización impune de tierras, mares y territorios, y cómo le ponen bandera de remate a sus ecosistemas, organizaciones y trabajadores. Haciéndonos creer, falsamente, que todo esto se hace para que Argentina esté mejor.
En el colmo del desquicio no se trata solamente del intento por darle legalidad a un experimento descabellado. Sabiendo las tensiones y crisis que enfrenta la sociedad y cada familia ante la incertidumbre, y el salvese quien pueda de la vida cotidiana, la inefable Corte Suprema de Justicia de la Nación, ante urgentes presentaciones cautelares, comunicó, desde su trono con cuatro reyes, que analizarán esas cautelares «en febrero». Fácil para cuatro señores del privilegio supremo descansar en enero, mientras un país se desarma y cruje. Con sus sueldos, estabilidad y privilegios imperiales olvidan que deben trabajar para la sociedad con urgencia y responsabilidad, no con pereza y desprecio por la angustia de la gente. Pareciera que viven en otro país. Una Corte Suprema que actúa con semejante parcialidad y elitismo debería ser sometida a Juicio Político.
Si tuviéramos cuatro jueces supremos capaces en lugar de cuatro reyes llenos de soberbia y torpeza, ya deberían estar analizando las cautelares.
Pero vivimos en una Argentina inédita, con un presidente que llegó al poder con el símbolo de una motosierra, la misma que en toda nuestra América Latina, ultrajada, arrasó con bosques y vida de inocentes. En un país donde la misma persona responsable de habernos endeudado por más de 50 mil millones de dólares (Luis Caputo en la gestión Macri), es hoy Ministro de Economía (gestión Milei). Una Argentina donde la mayoría de los ministros designados para cuidar gallineros públicos son zorros privados. Una Argentina dónde, sin que la mayoría de la sociedad lo sepa, Bayer-Monsanto, Barrick Gold, Elon Musk, ejércitos extranjeros, flotas de pesca de otros países, compradores ansiosos de tierras con alta biodiversidad, y una larga lista de predadores internacionales, tiene hoy -como su mejor representante- al mismísimo presidente de la Nación.
Lamento escribir esto en enero de 2024, pero la realidad que enfrentamos es dramática. Claro que esta situación no tiene como único responsable a Javier Milei. La responsabilidad va también para atrás, hacia cada uno de los presidentes y presidenta anteriores. Pero lo real y dramático es que todos esos mandatarios, e incluso ex dictadores (siendo los dictadores por definición delincuentes y genocidas), nunca presentaron un sistema de derogaciones de leyes y de cambios de redacción tan amplio en los primeros días de gobierno. Peor aún cuando de su lectura surge, claramente, falta de conocimientos, ignorancia supina de temas claves para el ambiente y la sociedad, y una descarada entrega de poder a las corporaciones y sectores financieros.
Nuestro Jair Bolsonaro local ha logrado batir un récord de omnipotencia legislativa digno del Libro Guiness. Gracias a tanta irresponsabilidad no nos convertimos en una Republiqueta Bananera. Fuimos más allá. Nos transformamos en una Republiqueta Legislera. Una nueva, patética y peligrosa categoría. Pero como escribió Pablo Neruda, y podía leerse en los muros del Mayo Francés, «podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».
Podrán imponer un DNU 70/2023, y presentar un megaproyecto de ley, pero no podrán transformar nuestro país en una corporación privada, ni en una manada de ovejas.
* Biólogo ambientalista y activista argentino. Director de FUNAM. Premio Nobel Alternativo 2004 (Estocolmo, Suecia).
CREDITO: REVISTA CITRICA