Decálogo de absurdos de la Argentina colonial: Hay que dar vuelta todo Por: Rodolfo Pablo Treber

09-03-2024 Opinion

Mayoritariamente, exactamente en 33 de estos 41 años, desde la vuelta de la democracia formal han gobernado proyectos políticos profundamente alineados con los intereses de las corporaciones transnacionales en nuestra región.

En paralelo con el accionar de estos gobiernos vende patria en busca de consolidar un modelo productivo de economía primarizada, que promueve el extractivismo feroz, la fuga de capitales y el infra consumo de nuestro pueblo en beneficio del aumento de las riquezas extranjeras, se llevó adelante una fuerte destrucción de la cultura nacional, el sentido de pertenencia, el orgullo por aquello que supimos conseguir y, como contrapartida, la imposición de una cultura líquida pro mercado; la del sálvese quien pueda, desnacionalización del pensamiento, individualismo brutal y ausencia total de conciencia sobre la importancia de lo colectivo como única vía posible para lograr transformaciones en favor del pueblo.

En síntesis, lograron que la mayoría no se reconozca como pueblo que lucha por un objetivo común, sino como seres individuales que compiten entre sí por una porción de migajas cada vez más chica.

Es por este motivo, solo posible por la ausencia de un proyecto de desarrollo nacional soberano que constituya una verdadera y visible alternativa a las políticas de saqueo, que luego de tantos años vemos un sinnúmero de absurdos, asumidos como realidades fuera de debate en nuestro suelo.

Un decálogo de absurdos políticos, solo a modo de muestra, que demuestran el total dominio extranjero sobre el quehacer de nuestra Patria:

  1. Hambre planificada a fin de aumentar las exportaciones; pobreza como mecanismo de saqueo.

La Argentina produce y vende al mundo materia prima alimenticia para abastecer a 400 millones de personas en todo el mundo mientras cada vez más chicos se mueren de hambre en nuestro suelo. Solo conservando e industrializando para convertir en alimento, el 10% del total, acabaríamos con el hambre en el territorio nacional.

  1. La vida sin casa propia; nómades y extranjeros en nuestro propio suelo.

Mientras que en la Argentina contamos con extensos terrenos sin ocupar, se producen ladrillos, cemento, chapa, hierro y todo lo necesario para construir una vivienda (sin necesidades de dólares ni importación alguna) y, al mismo tiempo, existen millones de desocupados con la extrema necesidad de conseguir trabajo a como dé lugar. Arrastramos un déficit habitacional de más de 3 millones de viviendas que aumenta en 100 mil/año por crecimiento poblacional. Sin embargo, hace 50 años que no se debate, planifica ni implementa un plan serio de viviendas en el territorio nacional.

  1. Opinión pública privatista y anti estatal.

El factor común, la causa principal de la decadencia argentina de los últimos 40 años, ha sido el debilitamiento y destrucción del aparato productivo y regulador del Estado. El vaciamiento, desvalorización y parálisis de la industria nacional se dio desde el inicio del gobierno de facto. Luego, a partir del año 1989 se inició un masivo y veloz proceso de privatizaciones en la Argentina bajo la dirección técnica y financiera de los organismos financieros internacionales comandados por los Estados Unidos. Este, abarcó empresas productivas y de servicios, como también instituciones de regulación, activos públicos y bienes comunes naturales.

Así, las privatizaciones destruyeron la industria nacional, el trabajo, generaron dependencia económica, pobreza en las mayorías populares y anularon la soberanía política en beneficio foráneo.

En la vereda opuesta, el Estado empresario es, hasta el momento, el actor principal y excluyente del desarrollo productivo de la historia argentina. No existió industria manufacturera en gran escala antes de la nacionalización del comercio exterior de Rosas, tampoco industria energética antes de YPF. No existió industria naval antes del Astillero Río Santiago (ARS), ni nuclear antes de CNEA, ni siderúrgica antes de SOMISA. Tampoco educación, ni salud, universal y de calidad antes del desarrollo de lo público. Nada grande en la Argentina se hizo sin la intervención principal del Estado.

Por todo esto, la opinión pública en su contra es un brutal absurdo que solo se entiende por las nefastas (adrede) administraciones de este período.

  1. Ausencia de trabajo con explosión de importaciones: abrir la Argentina al mundo.

Mientras que contamos con un exorbitante número de argentinos desocupados que asciende a más de 3 millones de compatriotas, los gobiernos de las últimas décadas se han dedicado a abrirse, comercial y pornográficamente al mundo, generando una inundación de importaciones (crecieron 2,200% en estos 40 años) que terminaron por destruir la capacidad de desarrollo productivo, y generación de empleo genuino, de nuestras empresas nacionales.

A valores del comercio exterior de estos días, la Argentina importa unos 32,000 millones de dólares en productos de industria liviana (autopartes, plásticos, caucho, papel, indumentaria, etc) de fácil fabricación local. Estos productos adquiridos al extranjero equivalen a más de 3 millones de puestos de trabajos.

La ausencia de un plan de sustitución de importaciones, y generación de empleo genuino, es un brutal absurdo de esta época. El abandono de este tema en el debate político nacional es una muestra más de la total subordinación al poder económico extranjero que verdaderamente gobierna.

  1. La defensa de la democracia liberal y el republicanismo como banderas de los supuestos sectores populares.

La conservación de la democracia formal y tutelada, que solo permite acceder al gobierno a los sectores más concentrados del poder económico (por la abultada cantidad de dinero que se precisa, por la liberación y desregulación de las “donaciones de campaña” y por la inexistencia de un financiamiento público partidario igualitario) se ha convertido en una bandera de algunos sectores que presumen ser representantes de lo nacional y popular. En rigor de verdad, solo protegen un sistema de privilegios y fuentes de negocios privados, porque la actual democracia representativa dista mucho de ser una verdadera democracia popular, directa y participativa.

Por otro lado, ocurre lo mismo con las defensas de las instituciones republicanas. Sí, las mismas que fueron y son actores materiales de la consolidación de una Argentina colonial y empobrecida; como, por ejemplo, el poder judicial profundamente anti democrático, que nadie elige y funciona como un regulador de las acciones políticas y garante de la impunidad de la enorme fuga de capitales y vaciamiento de la economía argentina.

  1. La existencia de un peronismo liberal, anti estatal y conciliador con el capital concentrado y transnacional.

El discurso “peronista” de la época dista mucho de la realidad efectiva y el quehacer de los gobiernos de Juan D. Perón. Lo extremadamente absurdo es que, no solamente se aleja, sino que es totalmente opuesto, choca de frente con los ideales y las prácticas del histórico movimiento nacional.

Mientras aquellos que en estos días andan con el “peronómetro” y “la doctrina bajo el brazo” dicen que lo importante en la Argentina es conciliar con el capital, pagar las estafas (deudas) externas, no tener déficit fiscal, achicar al Estado y niegan la necesidad de la sustitución de importaciones. El gobierno de Perón llevó adelante todas las transformaciones económicas, políticas y sociales haciendo todo lo contrario.

El peronismo real se apropió de los sectores estratégicos en manos del Estado para, desde allí, planificar el desarrollo de la economía nacional, oprimiendo al capital concentrado extranjero y, al mismo tiempo, impulsando y regulando al empresario local mediante un ambicioso plan de industrialización por sustitución de importaciones. Nacionalización del comercio exterior, puertos, BCRA, construcción de una flota mercante nacional, creación de 300 empresas del Estado en todos los sectores aun no desarrollados, fueron las bases de su gobierno.

  1. El absurdo de vender más al mundo como única salida económica.

Hacia 1980, el monto de exportaciones argentinas era de 8,021 millones de dólares y pasados 42 años donde se encontró vigente un modelo de economía primarizada, netamente exportadora, aumentó más del 1,100%, a 88,445 millones. Sin embargo, el enorme aumento de divisas no se tradujo en desarrollo económico y social; por el contrario, la apertura de importaciones ocasionó que la ocupación formal cayera de 77,4% a 40% de la población económicamente activa. Los resultados a la vista: Un gran aumento del ingreso de dólares, y una drástica caída del trabajo.

El modelo exportador supone un crecimiento económico en base a lo que el mercado global y las potencias económicas determinan para nuestra región: el aumento de las exportaciones primarias o con poco valor agregado (granos, cereales, forraje, energía, minería, alimentos). Este principio trae aparejado un aumento natural de las importaciones y, por ende, una destrucción sistemática del trabajo local.

Luego de más de cuarenta años, que demuestran el atroz resultado de este modelo, todo el arco político nacional (oficialismo y oposición) repiten que la salida a la crisis es aumentar las exportaciones.

  1. La mentira de la escasez de divisas como problema de la economía argentina.

Desde Milei hasta Cristina, pasando por Grabois, Scioli, Massa, Moreno, Pichetto, Macri, Larreta y cualquier otro que se les ocurra, repiten hasta el hartazgo que la Argentina tiene su principal traba en el problema de escasez de divisas.

Sin embargo, contradiciendo tan facilista como acomodaticio relato, los datos oficiales del comercio exterior muestran que, en los últimos 40 años, Argentina tuvo un superávit comercial de 220,000 millones de dólares netos.

Sucede que, en paralelo, se encuentran vigentes sin que nadie discutiera o busque revertir sus nefastos efectos, la ley de entidades financieras de Videla y Martinez de Hoz de 1976 y la ley de inversión extranjera de la década del 90. Este plexo jurídico habilita la fuga de capitales para que el excedente de divisas no quede dentro del país y solo sirva para engordar las abultadas cuentas de las corporaciones que explotan nuestros bienes comunes naturales.

¡Por esto es que el problema de la Argentina no es de escasez de divisas! Es el modelo productivo, la liberación y la extranjerización de su economía.

  1. El fantasma del déficit fiscal

En cualquier circuito económico, siempre, pero siempre, la emisión de dinero es el primer paso. No existe producción sin el pago de un salario, ni inversión sin compra de un bien de capital, ni venta posible sin comprador con dinero en mano. En el mismo sentido, tampoco existe crecimiento económico posible sin expansión monetaria, dado que para aumentar la producción hay que pagar más salarios y, así, aumentar la demanda en el mercado. Por lo tanto, una economía en crecimiento siempre es deficitaria, en términos fiscales, en un comienzo, y luego tiende a equilibrarse en el mejor de los casos. Entonces, el déficit fiscal y la emisión monetaria nunca pueden ser los factores principales, ni primarios, dentro de un proceso inflacionario.

Lo que ocultan, adrede, es que el problema no radica en el déficit fiscal sino en la ausencia de una planificación económica que oriente esa emisión monetaria a un aumento de la producción (oferta).

Que la emisión monetaria o el déficit fiscal sean un problema, solo demuestra la ausencia de proyecto político soberano de parte de quien lo expone.

  1. El absurdo de abandonar la política naval. El absurdo de abandonar la causa Malvinas.

La presencia imperialista, del usurpador británico en nuestras Islas Malvinas, tiene como principal objetivo el dominio de los mares, las rutas comerciales, la ubicación geopolítica estratégica y la cercanía con regiones de alto valor en bienes naturales (agua dulce, minerales, tierra fértil).

En este sentido y, sin lugar a dudas, una política gradual pero consistente en busca de la recuperación de nuestras islas es fortalecer la presencia argentina en los mares.

Dado que la extensión marítima de la Argentina rodea las Islas Malvinas, una fuerte presencia militar y de regulación mercante en nuestras aguas haría inviable en el tiempo la usurpación de los piratas. Este, y no otro, fue el camino que tomó Perón durante su presidencia, lo que llevó, inevitablemente, a los ingleses a sentarse a renegociar lo que ellos creían que habían ganado en la guerra.

En ese entonces, con el impulso de Astilleros Rio Santiago, la industria naval nacional (estatales y privados bajo un plan de desarrollo) llegó a construir, lo que era, la 5ta flota mercante más grande del mundo.

Diametralmente opuesto a estas razonables y patrióticas políticas, desde 1990 la Argentina desreguló su comercio exterior y privatizó, o paralizó, todo lo que motorizaba ese fenomenal desarrollo (puertos, astilleros y financiamiento).

Teniendo en cuenta que nuestra Patria es bicontinental y estrictamente marítima, con 1 millón de km2 de Continente Antártico (10% de la superficie), 2,8 millones de km2 en el Continente Americano (27%) y 6,5 millones de km2 de Espacio Marítimo (63% de la superficie total del país), teniendo en cuenta la herida abierta de Malvinas ¿no resulta absurdo que los asuntos marítimos y navales estén relegados a una subsecretaría? ¿No es totalmente absurdo que la Argentina no tenga un solo buque mercante, ni de defensa, ni política naval alguna?

Es hora de dar vuelta todo, terminar con estos absurdos de la Argentina colonial y construir la organización popular necesaria para que un proyecto de liberación y desarrollo nacional vuelva a ser una alternativa concreta.

 

CREDITO: INFONATIVA

Autor: Oscar Arnau